La semana pasada, Toro celebró la fiesta de la vendimia. Cuatro días plagados de actos, y con numerosos visitantes, tantos que no había plazas hoteleras libres en la ciudad. Actos de todo tipo como un mercado medieval, jornadas gastronómicas, concurso de vinos caseros, catas, un certamen de pintura, etc… El folklore también tuvo cabida en esta fiesta, con la actuación de Bajo Duero, Tizona y la celebración del encuentro de folklore tradicional Vendimia de Toro.
El plato fuerte de estas fiestas era el domingo. Se celebraba el XXXIX desfile de carros engalanados, y por segundo año consecutivo acudimos a la cita, por invitación del señor Isidro. Dos carros de su familia salían en el desfile y gustosamente fuimos con ellos, haciendo sonar las gaitas y los tambores.
La verdad es que un desfile precioso. Es gratificante ver como una tradición está tan arraigada en un pueblo y que gente de todas las edades saca a la calle ese día sus carros. Y no solo de Toro, sino que de numerosos pueblos acuden al desfile. Hablando de memoria, había carros de El Pego, de Vezdemarbán, hasta de pueblos tan alejados de Toro como San Cristóbal de Entreviñas.
Y público, mucho público se disponía a ambos lados del recorrido. Casi una hora antes de que empezara, ya estaban las calles rebosantes de gente, esperando para ver pasar los carros. Al finalizar el desfile en la Plaza Mayor, en esta no cabe un alfiler. Se llena de carros, y gente que da buena cuenta de las viandas que han llevado para ese día.
Nosotros no nos quedamos en la Plaza, sino que bajamos a la Ermita de Santa Maria de la Vega, o del Cristo de la Batallas. Una explanada enorme llena de árboles, que daban una sombra que se agradecía en un día caluroso para el mes en el que estamos, nos sirvió de escenario para comer. Una comida con la familia, en la que no faltó la música, las canciones y los bailes, y que puso punto y final a un muy buen día.